24 de Junio del año 2022.

NO JUEGUEN A SER ADULTOS

Desde hace al menos un siglo es común que niños y niñas de distintas edades ejerzan algún tipo de labor, ya sea dentro de empresas que se aprovechan de su situación necesitada (como fue el caso de muchas fábricas durante la revolución industrial) o bien, lo más común en la actualidad: ver a pequeños infantes trabajando bajo el inclemente sol limpiando vidrios, vendiendo dulces o simplemente pidiendo limosna. Esta situación nos lleva a preguntarnos ¿no deberían ser sus padres los que velen por traer el sustento al hogar?

Dentro de los 10 derechos de la niñez según UNICEF, es contemplado en el derecho No.9 la protección a todos los niños y niñas del trabajo infantil; ¿será entonces algo cultural? ¿ O no estaremos observando los niveles de pobreza que impiden a familias nicaragüenses proveer a sus pequeños?.

El problema real es que, el trabajo infantil no es algo coyuntural del sistema productivo sino que es un elemento importante en la expansión de la economía de mercado. La utilización de mano de obra infantil interesa a muchos empleadores porque los salarios son menores, son más manejables que los adultos y menos exigentes por su desconocimiento. 

La mayoría de los niños trabajadores forman parte de un mercado laboral informal, familiar y limitado al entorno local, teniendo como consecuencia su invisibilidad a los marcos jurídicos que protegen al resto de los trabajadores, pues evidentemente que su oficio está en contra de las leyes universales.

En todo el país se aprecian enormes desigualdades que impiden que los niños gocen de las mismas oportunidades para acceder a servicios fundamentales como la educación, la sanidad o la vivienda; el 15% de los niños son obligados a trabajar para ayudar a aliviar las dificultades económicas que afrontan sus familias; esta cifra es más alarmante si tenemos en cuenta que la inmensa mayoría de estos niños son utilizados para las “peores formas de trabajo infantil”, lo que los convierte en parte del 50% de población que habita bajo el umbral de la pobreza y con rasgos de violencia psicológica, pues bajo la manipulación se les obliga a ser adultos de forma natural (quieren ayudar) o de forma desnaturalizada ( son castigados).

Por su parte, Marvin García coordinador del observatorio de Derechos humanos de la Niñez y Adolescencia (CODENI) afirma que la aplicación del marco jurídico contra el trabajo infantil es casi nula porque pese al verídico aumento de casos a partir de la pandemia en el 2020 ninguna persona fue procesada por este delito. Mencionó también los factores que han llevado al aumento de casos como lo son el Covid 19, la crisis sociopolítica ocurrido en el 2018 y los huracanes Eta e Iota. Las cifras de desempleo también tienen peso en la problemática, sin mencionar que el 70% de la población nicaragüense vive del comercio informal.

La Ley del código penal es categórico en el artículo 161 en condenar la utilización de niños y adolescentes o incluso a personas de la tercera edad para ejercer este tipo de trabajo y la pena es entre uno a tres años, el trabajo infantil es un claro atentado contra el desarrollo de las habilidades sociales y cognitivas de los infantes que solo obedecen una orden ante una situación que no les compete directamente, existen fundaciones como World Vision Nicaragua que atiende esta problemática, pero además es indispensable el verdadero cumplimiento de la ley por todos los implicados, la educación sexual y general; la participación o demanda activa de todos los ciudadanos pues el cambio se logrará únicamente en conjunto para que los niños no tengan que jugar a ser adultos.

Consejo editorial.

Referencias

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